El monstruo del sótano

Escrita por Marcelo Carter

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Mi nombre es Ignacio Miranda, tengo 46 años de edad y mi esposa junto a mis dos hijos fueron asesinados por el monstruo del sótano.

No es fácil para mí comenzar esta declaración sobre todo después de los interrogatorios y de las entrevistas que ya me ha hecho toda la gente a cargo de la investigación, pero creo que es necesario que se sepa mi versión de los hechos.
Me gustaría comenzar con la pregunta ¿Qué es un sótano?, por definición es parte de un edificio bajo sus cimientos oculto bajo el nivel del suelo de la calle. Es decir, se trata de un cuarto oculto a propósito en donde se guardan cosas viejas, cachivaches, muebles, por lo general cualquier objeto en desuso o perteneciente al pasado, se oye como algo genial ¿no? Pues bien, lo que parece ser algo genial se puede convertir en una pesadilla en un abrir y cerrar de ojos.

Nos mudamos a la quinta región junto a Jessica y a nuestros dos hijos, Laura de 8 años y Benjamín de 10, hace unos ocho meses más o menos y nunca descubrí que la casa tenía un sótano hasta el día en que llegamos a vivir, así es, así de distraído voy por la vida. El barrio era un buen barrio… pero con algunos problemas, ya saben, inmigración masiva y sin control. No tengo nada en contra de los extranjeros, pero no entiendo por qué vienen a exigir cambios y cosas a nuestro país y no son capaces de quedarse y exigir cambios en los suyos. Disculpen, ya sé que me fui para otro lado, pero recordé que con Jessica solíamos a veces discutir por este tipo de cosas. En fin, era un barrio bonito y seguro. Creo que nuestra casa era la única que contaba con sótano, ninguna de las demás parecía tener este cuarto extra. ¿Cómo fue que lo descubrí? Bueno, no me agrada mucho recordarlo ya que fue producto de una pelea. Era un viernes por la noche y me preparaba para ver un juego de futbol por TV cuando Laura jugando con Benjamín en el patio trasero se había caído y fracturado la muñeca izquierda. Obviamente me preocupé mucho e hice lo que todo padre hubiese hecho, intenté calmarla y me dispuse a revisar su fractura, pero no paraba de llorar. Jessica insistió en que la lleváramos a un centro asistencial y yo en que era mejor aplicarle hielo y darle unos analgésicos. Obviamente ella no podía creer la respuesta que yo acababa de darle y me miró ofendida, y está bien, quizás no fue mi mejor respuesta en ese momento, pero estaba muy nervioso. Laura no paraba de llorar, se encontraba asustada y eso también me asustaba a mí, el juego iba ya a comenzar, etc. Todo se fue sumando y di una respuesta estúpida, lo admito. Jessica no tardó en reprocharme que no quisiera llevar a Laura a un centro de salud para no perderme ese “estúpido partido de fútbol”. Así que indignada se llevó a Laura y a Benjamín en el automóvil y me quedé solo en casa. Lógicamente no estaba de ánimo para ver deportes así que fui al mini-bar de la cocina y bebí creo hasta emborracharme. Desperté un poco aturdido sobre la mesa del mini-bar y con un fuerte dolor de cabeza me dirigí hacia la alcoba, pero en el pasillo y justo después de la puerta del baño vi la hendidura que me llamó poderosamente la atención en la pared. Corrí el pequeño mueble que hacía de una improvisada biblioteca y descubrí aquella puerta, la misteriosa puerta del sótano.

Recuerdo haber descendido en medio de la más tenebrosa penumbra por los escalones sosteniendo en mi mano una vela. Una vez abajo pude ver un montón de cuadros, muebles, unas ruedas de bicicleta desarmada, etc. Hasta que mi mirada se posó sobre un fantasma. En verdad que creí que se trataba de un fantasma… era una figura blanca y alta que se alzaba imponente frente mí, pero luego del susto por aquella primera impresión me di cuenta que se trataba de una enorme manta que cubría un ropero viejo. Con cautela quité la manta y abrí las puertas del ropero de par en par y ahí… ahí dentro, en medio del silencio y la oscuridad pude ver aquel monstruo que arruinó mi vida por siempre.

Producto del espanto la vela cayó al suelo y se apagó, y quedé a oscuras frente a él. Dentro del ropero se encontraba el umbral hacia un mundo extraño y de pesadilla del cual provenía ese horripilante monstruo capaz de las cosas más horribles. Sé que todo estaba oscuro como ya he contado y, sé que no puedo explicarlo, pero en verdad puedo jurar que el monstruo me sonrió y me guiñó un ojo, y ahí lo supe, con tan solo ese gesto supe que yo y mi familia corríamos peligro. Atolondrado subí corriendo las escaleras y puse el mueble en su sitio otra vez. Me di una ducha y esperé a que Jessica llegara para contarle todo, pero me sorprendí al enterarme de que ella ya sabía de la existencia del sótano, no había bajado a verlo, pero se había dado cuenta de el y olvidó comentarlo suponiendo que yo también ya lo había advertido. Le pedí que evitara bajar al sótano utilizando de pretexto el polvo y la baja temperatura insinuando que podía contraer algún resfrío, pero, tal como era la costumbre Jessica me ignoró por completo y bajó de igual forma una tarde, al preguntarle si había descubierto algo extraño me contestó negativamente con la más normal y tranquila de las indiferencias. ¿Acaso no miró en el ropero? Suelo hacerme esa pregunta hasta ahora con angustia…

Los días pasaron y la relación con Jessica y con mis hijos se fue deteriorando, me había vuelto un trabajólico paranoico, pendiente y abrumado por el horror que moraba en nuestro sótano. Un par de veces bajé armado con todo el coraje que podía reunir aquel entonces y me planté frente al monstruo, él solo me miraba sonriendo de forma espeluznante desde el fondo de aquel ropero, tal parecía que estaba esperando algo para poder salir y hacernos daño, no sé bien, pero solo era cosa de tiempo y eso me lo confirmó una vez que harto de toda esta creciente amenaza bajé enfurecido y lo increpé.

-Falta poco…- me dijo con una estúpida sonrisa maliciosa.- Tú lo sabes bien… falta muy poco… – Repitió.

Por motivos obvios para una gran mayoría a Jessica no le podía ir con esta historia del macabro ser que se presentó ante mí en el sótano, así que traté de persuadirla con otras razones de que era urgente que nos mudáramos de aquella casa, pero claro, la tarea no era fácil. Nada era fácil con ella realmente… todo necesitaba una larga explicación, todo necesitaba de una discusión desgastante, todo ella lo escuchaba con desconfianza, en fin, todo era aparatosamente difícil con Jessica. Si tan solo hubieras confiado en mí, Jessica. Si tan solo hubieras obedecido a tu esposo, y no haberle prestado tanta atención a los reproches de tus padres que tenían contra mí…
Disculpen, me fui para otro lado de nuevo. Aquella noche dormí en el sillón de la sala ya que los ánimos no estaban muy bien tras la discusión. Y soñé ¿saben?, soñé con el sufrimiento de mi familia, vi sus rostros… oh dios… vi el rostro de mi pequeña Laura, vi el rostro de Benjamín. Vi el rostro de Jessica… suplicando por su vida y en medio de su último grito desperté. Aún recuerdo ese amargo despertar, me levanté del sillón asustado y empapado en sudor, el ambiente estaba enrarecido… había mucho silencio, nunca durante la noche hizo tanto silencio como aquella vez. Caminé hacia el segundo piso con un bate de Baseball que una vez le compré a Benjamín y mientras avanzaba por cada peldaño que subía me iba convenciendo más y más del horrible cuadro que me esperaba. En la alcoba principal estaban los tres cuerpos desnudos y tendidos en el suelo, el cuerpo de Laura, el de Benjamín y el de mi esposa Jessica. A los tres les habían arrancado los ojos y tenían horribles moretones por todos lados, sus rostros… oh, no…. Sus rostros apenas conservaban algunas facciones, estaban totalmente deshechos, habían sido destrozados por los golpes. Fueron asesinados de forma brutal y con un ensañamiento horrible.

No sé porque el monstruo no me atacó. A mi familia sí, pero a mí no. Quizás mi sufrimiento perpetuo sea la forma que tuvo este ser de acabar conmigo, un asesinato lento, demoledor y eterno es el que tenía planeado para mí. La policía me mira con sospecha, dicen que no hay evidencia de terceros y me han hecho repetir mi declaración ya cuatro o cinco veces. Les dije que bajaran hasta las profundidades del sótano y revisaran aquel ropero, así lo hicieron y me dijeron que en el interior del ropero solo había un espejo de tamaño completo.

Y es verdad, en ese espejo fue donde por primera vez vi al monstruo.

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