Ha pasado ya un año, recuerdo que yo y mi mejor amigo nos quedamos después de clases un día viernes. Era tarde y casi todos se habían marchado en la escuela salvo nosotros dos que nos dirigimos a una sala de clases totalmente vacía. Me pidió que le acompañara porque tenía algo muy importante que hacer, una especie de juramento y no podía fallar con eso. Llegamos pues al aula y sin encender las luces caminamos hasta atrás, hacia el final donde se encuentran los últimos asientos y allí nos sentamos en el suelo. De su mochila sacó una tabla de madera la que a los pocos segundos reconocí como una tabla ouija y la depositó en el suelo entre nuestras piernas, posteriormente sacó un vaso de vidrio pequeño y lo depositó sobre la tabla boca abajo.
-Ahm… ¿No te gustaría ir mejor a mi casa a jugar Minecraft?- le pregunté como para sacarme de encima la tensión del momento. Pero mi amigo ni siquiera me miró, siguió concentrado y con sus ojos color marrón clavados en la tabla.- Bueno, creo que no… pero dime, Gabriel… ¿qué cosa exactamente venimos a hacer?
-Es Amelia… ¿recuerdas?- me preguntó y por primera vez me miró a los ojos.
Amelia fue una alumna compañera nuestra que había llegado a mitad de año y que murió ahogada durante un paseo en el que participó toda la clase. La verdad, nunca hablé mucho con ella, pero si sabía que Gabriel y ella habían entablado amistad. Su muerte fue una noticia terrible y obligó a la escuela a endurecer sus reglas y políticas sobre los paseos escolares. Fue encontrada muerta por ahogamiento durante la madrugada del fin de semana que fuimos, aunque se declaró como accidente, siempre recordaré que Marta – otra compañera nuestra, y que le tocó compartir cuarto con Amelia – nos contó que había visto a Amelia caminar junto a una enorme figura negra y alada en dirección al lago donde posteriormente se ahogó. Eso me pareció realmente tétrico, sobre todo pensando en porqué razón iría a nadar tan tarde y completamente a solas.
-Espera… no vas a… – le dije asustado pues ya había caído en cuenta que su intención era comunicarse con nuestra difunta compañera de clases.
-Se lo juré. De alguna forma ella me hizo jurarle que lo haría. Es raro, ¿sabes? Ella sabía que iba a morir… de alguna forma sabía que algo se la llevaría a la otra vida…
-¿”la otra vida”?- pregunté.
-Sí, la muerte no es más que una puerta…- me dijo Gabriel y en ese momento sus ojos color marrón brillaron más que nunca en la oscuridad.- Amelia era una chica única, me enseñó tantas cosas. Ahora debo cumplir mi juramento e intentar comunicarme con ella, aquí en la escuela, en la sala de clases, tal como me lo pidió.
Tragué saliva y apoyé el dedo índice de mi mano derecha sobre una orilla del vaso, mi amigo hizo lo mismo, luego comenzó a hacer varias preguntas a modo de saber si Amelia se encontraba en la oscura sala de clases vacías… junto a nosotros. De pronto el vaso hizo un leve movimiento, Gabriel y yo nos miramos sorprendidos, luego el pequeño vaso comenzó a moverse de veras y fue deteniéndose frente a ciertas letras del abecedario, mi amigo con su mano libre iba anotando las letras en un cuaderno.
-“Que se vaya”…- dijo de pronto Gabriel leyendo lo que había anotado en el cuaderno.
-¿Eh?… ¿y qué quiere decir eso?- pregunté nervioso.
-Amelia, ¿Quién quieres que se vaya?- preguntó mi amigo.
Luego vi que el vaso volvió a moverse y se detuvo en cada letra que conformaba mi nombre. Por un instante me quedé paralizado por el horror.
-Quiere que te vayas tú, Cristóbal…- me dijo y luego volvió a preguntarle a la tabla.- Amelia, ¿por qué quieres que se vaya mi amigo?
Esta vez la respuesta tardó un poco más porque sin duda eran más letras, el resultado final fue: “Porque me tiene celos”
-Sabes… creo que tu broma está yendo demasiado lejos.- le dije a Gabriel.
-No estoy bromeando… ¿por qué Amelia dice eso?, ¿acaso… acaso tú….?
-¿Qué?… ¿qué vas a insinuar?, ¡soy tu amigo! ¿de qué hablas?
-Lo acabas de ver, Amelia no quiere que estés presente…
-Perfecto. Porque yo no quiero estar aquí.- le dije y me puse de pie.- Y haciendo de cuenta que es verdad lo que está pasando aquí… deberías irte conmigo.
Sin embargo Gabriel permaneció inmóvil. Finalmente cogí mi mochila y me largué de ese lugar.
Al otro día llegué temprano a clases como siempre cuando vi todo el alboroto en la escuela. Una ambulancia y unas patrullas de la policía se encontraban en la entrada junto a todo el alumnado que venía llegando. Me enteré que tan solo momentos antes el auxiliar de aseo había encontrado en la sala de clases el cadáver de Gabriel totalmente ensangrentado, había sido apuñalado 24 veces en su pecho y garganta. Mi amigo había pasado toda la noche allí, hablando con Amelia hasta que fue asesinado brutalmente por ella.
Nadie lo cree… pero fue ella.
He contado esta historia no una, ni dos, ni tres, sino ya doce veces. La policía al ver las cámaras de seguridad del patio de la escuela vio a Gabriel y a mí entrando muy tarde en la sala de clases, luego tras varios minutos salí yo dando un violento portazo por el enojo… eso lo recuerdo. Al interrogarme me contaron que Gabriel había sido apuñalado con un lápiz, el mismo lápiz con el que estaba anotando cosas en su cuaderno ¡pero yo no lo hice!
Sé que yo no lo hice, fue ella… fue Amelia… ella quiere hacer parecer que asesiné a mi amigo por “celos”, eso es lo más absurdo que he oído… hasta encontró una forma de poner mis huellas digitales en el lápiz… la muy maldita.
Estoy recluido en una institución juvenil y nadie me quiere creer… Amelia me va a utilizar… ella viene por las noches, se sienta en la ventana de mi cuarto y me habla, me cuenta todos sus planes, la veo en mis sueños burlándose… la maldigo, maldigo su nombre una y otra vez… nadie me cree, pero Amelia no está muerta…
Ella aún sigue con nosotros.